Grietas
Angel Cagigas. Universidad de Jaén, 2005
Catálogo de la exposición “Habitaciones sin número” de Rossana Zaera
“…Y se me antoja que el tema fundamental de ese todo, de esa obra global de Rossana Zaera es la grieta, las grietas que jalonan nuestras vidas, las que marcan a todo ser vivo. Hay una serie de fotografía digital en la que explora este tema tomando como cuerpos los troncos de los árboles, troncos jalonados por mil y una cicatrices, rajas, arrugas, grietas que nos muestran su recorrido vital. Curiosamente estas heridas vegetales se cierran, se restañan, de la misma manera en que lo hacen las heridas humanas, dando lugar a soldaduras semejantes; y aunque tales marcas se encuentran en la superficie, a su través podemos intuir otros avatares más íntimos, como hacemos con las heridas humanas. Esta serie se titula Heridas, cicatrices y otras condecoraciones, pues de esta manera entiende la autora el rastro de la herida, como una condecoración que nos habla de la proeza de enfrentarse al mundo, de vivir a riesgo de perecer en el intento. Son heridas que semejan ojos, vaginas, bocas…, los canales que nos permiten acceder a nuestro entorno, y son heridas, cicatrices, rasguños, que nos muestran las consecuencias de este contacto, a veces funesto pero que se han de llevar con honor, con orgullo, pues son huella de nuestro paso por el mundo.
En Habitaciones sin número vemos trasladadas al papel un sinfín de camas en diferentes habitaciones, …son camas que cobran vida para impresionar nuestra mente y hacernos conscientes de ese dolor; son camas que nos hablan de la soledad, de la enfermedad, de la locura, de la muerte, son retratos de seres humanos…
Me interesan especialmente esas camas que caen en vórtices sin remedio y aquellas otras que amontonadas se abisman al precipicio, quizás porque a pesar de la desazón que producen se adivina una pizca de esperanza en esa caída que en el mejor de los casos nos lleva a otra realidad, nos salva con su descalabro; de hecho, creo que tras todas ellas, bajo todas esas camas, anida un tanto de esa esperanza que nos redime empujándonos hacia la vida; y probablemente sea la esperanza uno de los ejes centrales de toda la obra de Rossana Zaera. Y también me atraen aquellas otras camas que nos muestran sólo su estructura, desarmadas, sin ropa, desnudas, como queriendo plasmar gráficamente la última frontera, la esencial, la que nos hace tocar lo más profundo del ser. Pero tampoco se me olvidan esas habitaciones con sus camas iluminadas por la noche, por la luz de las estrellas o por la de la aurora ante la que no podemos más que desnudarnos en un esfuerzo de sinceridad absoluto…. recomposición, de recreación del ser humano desestructurado, como una visión de la voluntad de poder que nos incita a la vida, a recomponernos de sus golpes, a ordenarnos y conformar un ente con vida propia. En sus fragmentos que podemos apreciar también aislados vemos los huesos y adivinamos las vísceras, el cuerpo íntimo que nos habla en realidad de su ser espiritual, del deseo que sostiene la vida al mantener unidos esos fragmentos, lo que llamamos cuerpo. Pero al pintar ese interior físico, material, su presencia nos remite a lo que no se puede pintar porque carece de materia, al menos en apariencia, nos remite a su vida íntima, al igual que las heridas externas nos hablan de las heridas internas, anímicas.”