Un suspiro existencial
Antonio Gascó Sidro. Castellón 1998
Catálogo de la exposición “Vivir”
“Vivir como contraposición a la muerte. Existencia del ser frente a la negación del no ser. Y vivir con toda la intención sintiendo todos los pálpitos que produce en el ser humano cada uno de los acontecimientos, cada uno de los gestos, cada uno de los sentimientos, cada una de las percepciones. Sintiendo hasta las propias sensaciones que puede producir el hecho de la creación artística, entendiéndola como una ensoñación, como una catarsis o como una purificación del propio acontecer de la existencia. O tal vez como un poder vivir la propia muerte en tantos y tantos momentos oscuros de una biografía.
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El blanco y el negro: la totalidad y la negación. El Ying y el Yang, la vida y la muerte. El centro espiritual, lo que los hindús llamaron la isla blanca de los vivientes…. pero que en este caso aún va mas lejos hasta convertirse en la elevación luminosa de eso que quiméricamente llamamos alma. Y la muerte, tiniebla, el negro infinito del no ser, la soledad, el abandono el sufrimiento sin color y sin destino, sin luz y sin horizonte. Misterio y tragedia… todo en uno.
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Y la pintura como un testimonio vivo, juega con todos cuantos elementos recuerdan la historia del momento, de su momento… también es exportable al momento de todos y cada uno: Los lechos del dolor expresivos, en su dura simplificación dibujistica, los nichos sepulcrales, losas del pavimento del infortunio y la fatalidad… la cruz como una combinación particular de dos elementos, uno vertical y otro horizontal, que originan el signo de un credo infinito, el credo de cuanto es calvario en la existencia, de cuanto es carga, tragedia en el destino de cada uno…. el corazón, grafía del amor y del dolor… y el color rojo, sangre y fuego, calor, destrucción y fortaleza, nervio y tensión. Valor y amor…. Y todo ello sobre un papel de periódico sobre el que se cierne la fuerza de una colección de gestos en el aire, de anhelos que tal vez solo han visto la luz a través de la acción sensitiva de ejecutarlos, pincel en mano. Un papel de periódico que es, tomo los demás elementos que se conjugan en la muestra, una manifestación más de la crónica cotidiana de la existencia. De allí emergen visiones, (muchas de ellas de lóbrego delirio) frases, momentos, narraciones, asumidas o ignoradas…
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Como para Matisese la pintura de Rossana es expresión. «Soy incapaz —decía— de hacer distinción entre el sentimiento que tengo de la vida y mi manera de expresarlo». Bien viene la cita del gran maestro fauvista, porque a veces, y esta es una de ellas, las palabras se quedan cortas para poder expresar las ideas. La pintura de Rossana, en esta serie, debe ser percibida en toda su fuerza, pero no explicitada, asumida, pero no narrada. Un diálogo entre el cuadro y el espectador, sin otro intermediario. Así podrá abarcarse la expresión quimérica en una forma de hacer poesía de la existencia, sintiendo, con todo su hervor, la necesidad de cuajar en imágenes, todo cuanto pertenece al aliento de la percepción, de cuanto no es forma, de cuanto no es tangible, de cuanto no se puede percibir con otra sensación que es la que dimana del sentimiento y la emoción.
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Salir de lo inmediato para llegar a lo universal por medio del arte. Expresión al dictado de la emoción vivencial. Todo un credo estético cuajado a sístoles y diástoles del latido de la existencia. Y una sutil moraleja propia, nacida de la experiencia. Vivir… aun cuando haya dolor, vivir, porque tal vez la vivencia, como en este caso, puede ser arte.”.